Vida fraterna en comunidad
Cada comunidad forma una familia animada por el carisma fundacional. Desde el momento en que nos levantamos temprano en la mañana hasta el gran silencio que desciende sobre nosotras al final del día, compartimos una vida en común.
Valoramos la gracia de poder disfrutar de los momentos de estar juntas en las comidas, tiempos de oración y momentos de encuentro fraterno y el compartir comunitariamente nuestra misión de cuidar a nuestros ancianos. Sin embargo, el objetivo de lo externo debe ser, expresión de lo interior, una comunión de mente y corazón con y en Cristo que nos ha congregado en torno a Él para vivir en verdadera fraternidad.
Nuestra vida cotidiana debe de ser un ir y venir entre mirar a Cristo en el tabernáculo, reconocer su rostro en los rostros de nuestros ancianos y en los encuentros fraternos en comunidad.
Valoramos la gracia de poder disfrutar de los momentos de estar juntas en las comidas, tiempos de oración y momentos de encuentro fraterno y el compartir comunitariamente nuestra misión de cuidar a nuestros ancianos. Sin embargo, el objetivo de lo externo debe ser, expresión de lo interior, una comunión de mente y corazón con y en Cristo que nos ha congregado en torno a Él para vivir en verdadera fraternidad.
Nuestra vida cotidiana debe de ser un ir y venir entre mirar a Cristo en el tabernáculo, reconocer su rostro en los rostros de nuestros ancianos y en los encuentros fraternos en comunidad.
Formamos la comunidad personas venidas de lugares diferentes, personas muy distintas que, de no haber sido convocadas por el Señor a una vocación y a un lugar determinado, posiblemente nunca nos hubiéramos relacionado o, al menos, no de un modo tan intenso.

