Sor Josefa Ruano García

Nada sabemos de cómo transcurrió esta primera etapa de su vida, pero por los frutos podemos deducir que tuvo una positiva influencia por parte de la familia y de la iglesia local, que le ayudó a asumir vitalmente la fe católica.
Ingresa en la recién estrenada Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados el 8 de diciembre de 1877. Ese mismo día hacía la profesión perpetua la fundadora, hoy santa Teresa Jornet. Sor Josefa hizo los votos perpetuos en Valencia el 15 de octubre de 1885.
Desconocemos detalles de cómo surgió en ella la llamada, es decir, la vocación religiosa. Lo que sí es claro, es que el deseo de consagrarse totalmente a Dios por medio de la profesión de los consejos evangélicos, nace del encuentro interior con el amor de Cristo. Un amor que parece tocar las raíces del ser.
Se siente llamada a amar y servir a Cristo en los hermanos más necesitados, los ancianos desamparados, al estilo de cómo Marta acogiera al Cristo histórico en su casa de Betania; y gozar de su intimidad como lo hiciera María la hermana de Marta (Cf Lc 10, 38 ss). Es decir, servir a Cristo en la acción, a ese Cristo que adora en la contemplación. “Cuanto hicierais con uno de estos mis hermanos, a Mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
En la profesión toma el nombre de Sor Josefa de san Juan de Dios. El hecho del cambio de nombre, quiere expresar el cambio total que debía operarse en ella por su consagración. Si por el sacramento del bautismo fue sepultada con Cristo para resucitar con Él a una vida nueva, la profesión religiosa es una nueva “sepultura en la muerte de Cristo”; nueva, mediante la conciencia y la opción; nueva, mediante el amor y la vocación; nueva, mediante la incesante conversión. Tal sepultura en la muerte hace que el hombre “sepultado con Cristo”, viva como Cristo en una vida nueva. La consagración religiosa constituye, sobre la base sacramental del bautismo, una nueva vida “por Dios en Cristo” (Redemptiones Donum, 7).
A Sor Josefa le tocó ejercer el servicio de gobierno que, según informan los que la conocieron, desempeñó con gran virtud y capacidad. Sin duda encarnaría el estilo de autoridad inculcado en las orientaciones de D. Saturnino, el fundador: “El superior debe estar animado del mejor celo en bien de sus subordinados...”.
Los que la conocieron u oyeron a personas que la habían conocido nos dicen de ella: “Era buenísima, una verdadera santa; tenía una caridad ejemplar, estaba siempre pendiente de todos, unía mucho a la comunidad; su trato era muy afable, atento y cariñoso”.
